Y llamando Jesús a un niño, lo puso en medio de ellos. Y dijo: De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos. Así que, cualquiera que se humille como este niño, ese es el mayor en el reino de los cielos. Y cualquiera que reciba en mi nombre a un niño como este, a mí me recibe.
Mateo 18:2-5
¿Cómo bendices a tu hijo? ¿Crees en tus hijos? ¿Les crees a ellos lo que te dicen? ¿Qué les estamos diciendo con nuestros labios a nuestros hijos? ¿Qué les estamos enseñando con nuestras actitudes? ¿Se ha dado cuenta que la mayoría de los padres cuestionan lo que dicen sus hijos, es más fácil creer lo que los demás dicen de sus hijos, que los argumentos o explicaciones que éstos presentan?
Es uno de los privilegios de ser madres. Tener hijos es definitivamente tener bajo nuestro cargo la vida de otras personas. Personas que van a llegar a ser grandes, y de uno depende que lleguen a ser muy grandes. Si creemos en ellos. Una madre tiene poder. Alguien con potestad de bendecir o maldecir. ¿Recuerdan a María la mamá de Jesús? Pues ella fue la primera en creer en él. Ella sabía que él podía hacer algo. ¿Hagan todo lo que Él les diga?
Muchas madres saben que sus hijos son inteligentes, que son responsables, y que lo pueden hacer. Pero no se los dicen a ellos y además tratan de sobreprotegerlos o evitarles la fatiga. Y no permiten que ellos hagan lo que pueden hacer o lo que les gusta o mejor o peor aún, según el punto de vista, no los dejan hacer lo que sería de beneficio o de gloria para otras personas.
Imagínese si en esas bodas de Caná se había acabado el vino, no era problema de ellos, ellos eran solamente invitados más, pero al tener cuidado de lo que les pasa a otras personas María presenta el problema a Jesús. Y como se podrá recordar, quienes quedaron bien con los invitados fueron los anfitriones. Que las personas comentaron que el vino mejor se repartió al final. No como hacen muchos que dan lo mejor al principio y dejan al final lo de menos calidad.
¿Qué mamá de ahora le dice a la gente que hagan todo lo que su hijo dice? Muy pocas, y depende de dónde. Tal vez en algún lugar donde se sabe que ese hijo es el jefe o algo así, para estar segura de que él sabe y que dará un consejo conveniente. Pero eso empieza en la casa y empieza desde que el niño es pequeño. Para saber que ellos van a hacer lo bueno, hay que habérselos enseñado antes. Enseñar con el ejemplo, enseñar con explicaciones y enseñanzas verbales, o sea haberles dicho, o haberles advertido. También debe haber habido una corrección de vez en cuando, pues lógicamente nadie nace sabiendo ni le salen las cosas bien a la primera.
Maria guardaba en su corazón muchos recuerdos de lo que había vivido con Jesús. Recordaba al Ángel que le había anunciado su nacimiento, cuando ella solamente estaba comprometida, no casada. Ella se acordaba que José su esposo recibía instrucciones en sueños de la manera cómo cuidar a ese niño, y salvarlo de los que querían hacerle daño. Ella se recordaba cómo se habían tenido que ir a empadronar, casualmente a la ciudad donde nacería el salvador de su pueblo, y Jesús nació en esos días precisamente.
María guardaba en su corazón la visita de los reyes, cuando le llevaron regalos de rey, y seguramente se acordaba y le contaba a Jesús de la vez que lo fueron a presentar al templo y allí recibió unas palabras proféticas muy impactantes. Todavía no había llegado su hora. Como Él le dijo a su madre. Pero ella sabía que Él podía hacer algo. Muchas veces no ha llegado la hora de nuestros hijos.
Muchas veces nos encontramos en situaciones en donde ellos se tienen que enfrentar a algo que no va de acuerdo con su edad. A veces se tienen que comportar un poco más formales, un poco más fuertes, o más serios. A veces los niños se enfrentan a situaciones delante de los padres, en donde a los padres les falta madurez y son los hijos los que les hacen ver la realidad.
Necesitamos creer en nuestros niños ahora. No pensar que serán los gobernadores en el futuro, que serán las autoridades, que serán los que dirigen la nación, y todo lo demás, las instituciones, las iglesias, las escuelas, debemos empezar a creer en ellos desde ahora para que crezcan seguros sabiendo lo que son. Las águilas que extienden sus alas y vuelan muy alto, son enseñadas desde que tienen uno o dos meses de nacidas, a volar, a saber que fueron creadas para volar alto, para tener fuerza y no tener miedo.
Muchos creen delante de la gente. Delante de los hermanos o las autoridades de los colegios. Muchas veces en los momentos más inoportunos, porque cuando ya se ha comprobado la travesura del niño, se les quiere defender, quedando más bien en ridículo. No es así, cuando ellos ya hicieron lo que es normal en niños, travesuras, divertirse sin medir las consecuencias, etc. Pues es cosa de enfrentarlo, reconocerlo, disculparse, y ofrecer estar al tanto de su mejora y su comportamiento, comprometiéndose a enseñarle, y supervisar que esté llegando la enseñanza.
Pero se infunde la seguridad cuando se les dice. Cuando se les habla y se les aclara para qué fueron creados, para qué fueron hechos. Qué cosas pueden hacer, y hasta dónde pueden llegar. Para qué están capacitados, pero se les aclara que van a llegar a hacer muchas cosas pero que van de poco en poco, como la luz de la aurora que va en aumento hasta que el día es perfecto. Ellos deben saber que van para arriba, que van creciendo, y que se les exige poco y luego un poco más.
Que los niños no se sientan cargados. ¿Cómo va ser que los niños cristianos se sientan más frustrados e infelices que los que no lo son? Porque a aquellos se les conceden muchas libertades, se les permiten muchas cosas, donde no ven las consecuencias, no se les controla lo que ven en la televisión, no se les prohíbe ningún juego, y nosotros si lo hacemos, pero hay que tener el sustituto perfecto y explicarle lo que estaría perdiendo o la manera cómo le afecta si viera esos programas o jugara esos juegos.
Mucha prohibición, mucho no, no, no. Y los niños ya no son felices. Hay que llenar los espacios, hay que darles mucho amor. Hay que darles tiempo, para divertirse, para crecer, para respirar. Debemos aprovechar su compañía, los niños nos hacen reír, nos llenan, y dentro de muy poco tiempo van a crecer, y ¿Quién los ha disfrutado, la abuelita, la empleada, los hermanos? No desaprovechemos la oportunidad que se nos ha dado. Estemos con ellos. No los dejemos solos. No se los dejes a la tele.
Para poder ser como niños, y entrar en el reino de Dios, siendo como ellos, necesitamos convivir para poder imitarlos.
martes, 15 de julio de 2008
MATERNIDAD III
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